Hay que fastidiarse. Resulta que las niñas crecen rodeadas de historias de ensueño, en cuyos finales se ponen las botas comiendo perdices y no hay problema que pueda nublar tan resplandeciente felicidad. Así ocurre que muchas de esas mujeres se pasan su vida preguntándose dónde estará su príncipe azul, cuándo podrá comprarse un maravilloso castillo o quién es su hada madrina que tan pocos problemas les soluciona a golpe de magia. Pero parece ser que esa vida tan idílica, digna de aspiración, no es tan maravillosa como la cuentan, o al menos, no en los tiempos que corren.
La prueba es el trabajo de la canadiense Dina Goldstein, nacida en Tel Aviv en 1969 y afincada en Vancouver desde los siete años. Se matriculó como estudiante de fotografía en Langara College, comenzando su andadura profesional en el fotoperiodismo y el trabajo documental, para pasar posteriormente al entorno editorial y trabajar tanto con revistas como con agencias publicitarias. Pero será su fotografía conceptual, en la que se concentrará especialmente desde 2010, la que consiga captar todas las miradas.
No es para menos, teniendo en cuenta que trata temas tan controvertidos como la obesidad, la pobreza, la contaminación, el cáncer o la cirugía plástica. Pero el atractivo de sus imágenes se multiplica al estar protagonizadas por las princesas de los cuentos de hadas más populares. Y es que, según la artista, si muchas de ellas fueran mujeres de carne y hueso, y sus historias fuesen llevadas a la realidad, seguramente terminarían en las situaciones que la fotógrafa plantea: Blancanieves cambiaría sus cantares por pañales, la Bella tendría que someterse continuamente al bisturí y la Sirenita sería el principal atractivo del acuario.
El Papaloy 
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